jueves, 17 de junio de 2010
VEINTIUNO DE JUNIO, UN FERIADO APARENTE
Veintiuno de junio, fecha del año nuevo aymara, o el pretexto demagógico del gobierno para seguir haciendo creer al pueblo, que se preocupa por los desposeídos, por los marginados, por los sometidos durante la colonia española. El discurso descolonizador, el discurso ensalzador hacia los pueblos indígenas y el discurso reivindicatorio de las mayorías oprimidas se ha convertido de un tiempo a esta parte en el instrumento político que poco o nada ha hecho por cambiar la situación de los más desposeídos, de los oprimidos. Bolivia que tiene un sin número de fechas coloreadas con rojo (para excusarnos después que no hay plata) donde lo que más necesitamos es cubrir nuestras necesidades básicas, lo que se hace es tomar un día más para no trabajar, para ostentar la abulia sosegante de imaginar que con este tipo de argumentos, estamos revalorizando nuestros ancestros, nuestra cultura milenaria. Ojalá hubiera sinceridad en toda esta escena cómica capitalista. Un socialismo que intenta ser socialista (adoptando teorías europeas caducas marxistas leninistas u otras castristas chavistas), está siendo forzado a aquello que no quiere ser. Cuándo encontraremos, o mejor aún, cuándo descubriremos nuestra verdadera identidad como nación. La demagogia se ha apoderado de las riendas de la patria y los pueblos indígenas son los que comprenden esta realidad al no ser tomados en cuenta en la toma de decisiones como es esta, la de definir al veintiuno de junio como fecha importante para el país, siendo que no todos los bolivianos son aimaras y que no todos los aimaras son bolivianos. Y qué del pueblo guaraní, el mocetén y muchos otros del oriente boliviano quienes no se hallan identificados con una cultura occidental. Se utiliza el discurso de la igualdad y de que no se debe ocultar ni menospreciar lo que se es o lo que se tiene. Se habla de la inclusión como gran artificio que incluirá la participación activa de los pueblos originarios en la toma de decisiones y en la manifestación de estatutos y no sé qué vainas más. Se atenta contra la misma Constitución Política del Estado cuyo texto reconoce a 37 pueblos originarios, hecho que ha llevado a cambiar el nombre de república por “Estado Plurinacional de Bolivia”.
El primer gobierno elegido en las urnas por voto popular se ve hoy en día debilitado a causa de esta y muchas otras carencias administrativas. Las múltiples necesidades del pueblo boliviano se hallan sujetas, como colgando de un péndulo que pronto dejará de resistir, se vendrá abajo a causa de la excesiva burocracia y la falacia de la mayoría de los funcionarios públicos, quienes, al igual que durante los gobiernos neoliberales, hacen sus cuoteos, cometen nepotismo y corrupción en muchas instancias. La gente sigue en las calles, siguen los lustrabotas aguardando por un verdadero derecho que los reconozca y que los acoja como es debido. Siguen los indigentes y los cleferos se han sumado en número y agresividad. Niños y ancianos continúan viviendo de los desperdicios de las clases sociales (sean burgueses o trabajadoras) en las calles y botaderos. La droga y su comercio ilícito tiñe de color efímero y lúgubre nuevos barrios y zonas de las ciudades del país. Los extranjeros trafican con mayor facilidad los narcóticos sin que las autoridades hagan algo al respecto. Los uniformados son tomados en cuenta (como los héroes que nos salvarán la vida en una calle oscura, ¡sálvense de ellos!) desde las municipalidades con ítems, para que sigan sonsacando la libertad de los que trabajan honradamente. Muestra clara de ello son muchos casos de delincuencia, tráfico de armas y de drogas donde los uniformados de la lucha contra el crimen se convierten, o son, por debajo de esa fachada los que luchan contra la delincuencia mal organizada (para organizarla mejor). Más de cinco años después de Octubre Negro, y nada o casi nada nos muestra un rostro esperanzador. Bonos para acallar los ideales del pueblo, inversiones que no guardan coherencia con el ideal de país que se espera conseguir como ser un satélite para ampliar las telecomunicaciones, entre estos la Internet que tanto daño está causando al mundo entero. Un país que predica el respeto a la Pacha Mama tendría que ser el primero en realizar campañas (y practicar el Suma Kamaña) anti contaminantes, anti productos chatarra, anti globalización, anti calentamiento global, anti control de trans nacionales y anti grandes redes mundiales que ejercen el control del consumo por medio de la síber o de la Internet. Si Bolivia es en realidad la cuna de los pueblos del mundo entero desde el templo de Calasasaya y de la Puerta del Sol, pues entonces debería sembrar consciencia al mundo entero con ideología fortificada en los principios milenarios, sin caer en proselitismos demagógicos ni protagonismos incoherentes que acaban por olvidar las verdaderas necesidades que atraviesa la gente de la calle.
Un veintiuno de Junio se recuerda el año nuevo aymara y no un primero de enero, me recuerda al cuento de los monos y su tres por la mañana y cuatro por la tarde que nos cuenta Osho: ( en este cuento los monos se sienten inconformes con el cuidador que les daba de comer cuatro raciones por el día y tres por la tarde, así que deciden plantearle su necesidad de que esto cambie, el cuidador accede, desde entonces les daba de comer tres raciones por el día y cuatro por la tarde. Esto no cambia en nada, ellos seguían recibiendo sus siete raciones de comida, el orden de los factores no altera el producto; pero los prejuicios de la humanidad atonta nuestras decisiones) La idea está en saber, cuantos días tiene el llamado año aimara y la respuesta matemática no será indiferente con la que ya sabemos (es decir 365). Qué sentido tiene volver esa fecha un feriado. Será parte del proceso descolonizador que pregonan los ecos de una cultura sincretizada. O de una cultura que quiere ser boliviana por el simple hecho de mantener las tradiciones católico aymaras, la vestimenta de la chola y del cholo. Y aquí me detengo un segundo para exponer una cruda realidad: y no es que se trate de menospreciar o de quitar el valor cultural a la pollera, al poncho, al sombrero o a la manta, es simplemente una realidad que confirmaría y que a su vez contradiría a la investigación de Wankar Reynaga. Pues las luchas Inca aymaras (que hace referencia este autor) contra el régimen español, si bien fueron cruentas y perseverantes, no tuvieron los resultados que todos hubiésemos deseado. Pues muestra clara de todo ello lo encontramos hoy en día en la vestimenta de nuestra gente, quienes con su vestimenta y todo el folklorismo vivo en la actualidad, son el vivo reflejo del sometimiento resignado de nuestra gente ante un gobierno colonicista perverso y sin escrúpulos.
Esta gente indómita fue sometida y obligada a disfrazarse de español, hecho que recayó en el choleage, no de nuestra cultura, sino de la cultura trasatlántica. Y nuestra cultura quedó relegada y condenada a desaparecer, no por la tiranía del colono, sino por la falta de convicción originaria.
Hoy nos queda asumir el rol no de descolonizador, sino de seres capaces de acercar a nuestra juventud y niñez a la luz auténtica que le de las señales originales de su verdadera identidad, sin caer en proselitismo demagógico que tanto mal hace a nuestra identidad, tanto desde la vida republicana del país, pasando por los gobiernos de facto y los gobiernos conservadores y neoliberales hasta el actual gobierno. El cambio no está en una carta magna o en un estatuto. El cambio no será con la refundación del país ni con una reforma educativa (Que nada bueno han traído) el cambio no será ni promulgando una Ley Marcelo Quiroga Santa Cruz ni persiguiendo a los que tanto daño han hecho al Estado boliviano. El cambio verdadero debe nacer de uno, en su práctica de valores y en su convicción por cambiar o mejorar algo que no está o que nunca ha estado bien. En el saber obrar en el momento, sin buscar responsables, sino hacerse uno responsable e instrumento de mejoramiento y de solución de problemas. El cambio está en saber mirar con los sentidos a flor de piel y sentir en las venas la voluntad de cambiar, antes de que surja el chisme o la cultura mediocre de la queja. El cambio está en actuar desde el lugar en que nos encontremos asumiendo el trabajo comprometido con mente cuerpo y espíritu, sin menospreciar a quienes no comparten nuestras ideas. El cambio está en respetar las leyes de la vida. El cambio se vislumbrará en su plenitud el día en que las formalidades desaparezcan por el simple hecho de que haya triunfado el amor sobre el género humano.
Por: Erick Pablo Guarachi Fernández
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